Cómo adaptar los edificios a las temperaturas extremas

El cambio climático está provocando condiciones extremas tanto en verano como en inviernos. Las grandes ciudades son las que más notan esta nueva circunstancia en la que las temperaturas son más críticas. Pruebas de ello son las, cada vez más frecuentes, olas de calor y fenómenos tan insólitos como Filomena. 

Con todo ello, se hace necesario adaptar las ciudades de manera que las personas que vivimos en ellas estemos lo más confortables posibles. Además, como ya hemos explicado en otros post como este, el cambio climático afecta directamente en la salud de las personas. Pero también ocurre lo contrario: que las propuestas y medidas para mitigar el impacto negativo, influyen positivamente en nuestra salud. 

La vivienda como eje fundamental

Desde la prehistoria, los humanos buscaban dónde refugiarse del frío o demás situaciones atmosféricas para poder estar cómodos. Las cuevas servían de vivienda para cobijarse del frío, la lluvia o el sol. Este hecho deja claro cómo desde siempre nos hemos tenido que adaptar a las circunstancias y encontrar el mejor lugar para vivir.

De ahí que ahora nos toque adaptar nuestros edificios a estas nuevas circunstancias climatológicas. La forma y los materiales con los que se construyen, así como la relación que hay entre la superficie y el volumen del edificio son determinantes para definir su exposición al exterior. 

En este reportaje publicado por el Diario de Navarra se expone que en muchos casos, la construcción de los edificios viene dada por normativas urbanísticas de la comunidad autónoma o región, como los límites de la parcela o los pisos máximos construibles. 

Sin embargo, los materiales de construcción son clave para medir la cantidad de calor que puede entrar del exterior al interior de un edificio. Los materiales de las fachadas y las cubiertas son básicos para que un edificio esté bien aislado. 

Materiales de construcción

Es especialmente importante porque, tal y como se extrae del reportaje, los materiales de construcción son muy absorbentes y con una gran capacidad térmica, por lo que conducen el calor y lo acumulan. Las cerámicas o los hormigones son ejemplos muy claros de ello, y muy utilizados en las fachadas.

En este sentido, es muy importante que los edificios estén adaptados al lugar donde se ubiquen. Las zonas frías necesitarán materiales que absorban el calor para que el edificio se más eficiente y, por el contrario, en lugares cálidos, todo lo contrario. Y esto es algo que muchas veces no se da y hace que las ciudades no sean cómodas. 

De hecho, según la Unión Europea, el 75 % de los edificios no son energéticamente eficientes. Esto significa que necesitan más energía para alcanzar niveles térmicos adecuados, por lo que hay un mayor gasto en calefacción o aire acondicionado para poder estar a gusto. En verano, el 20% de los edificios no consiguen mantener la temperatura óptima (25 grados) recomendada para un buen confort.

En nuestro país, se firmó una normativa de mejora de eficiencia energética en el año 1979, pero más de la mitad de los edificios se construyeron antes, por lo que están desactualizados y no son eficientes.

Cómo adaptarnos a los edificios

Obviamente en los nuevos edificios se deberá atender a los materiales de construcción y la manera de diseñar el edificio para que sea eficiente. Además de ello, incorporar soluciones como cubiertas vegetales consiguen un mejor aislamiento, un ahorro energético y mejorar la calidad del aire, por lo que el edificio se convierte en un diez en cuanto a eficiencia.

Pero, ¿qué  para con los que ya están construidos? En estos casos es casi imperativo adoptar medidas como los jardines verticales, las cubiertas verdes o los huertos urbanos para poder mitigar estos efectos negativos, y conseguir edificios más eficientes. Es la manera que tenemos para poder adaptarnos a las circunstancias climatológicas que tenemos en la actualidad. 

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